Wednesday, August 10, 2011

A los 120 días de vida

Una madre presurosa corre con su hijo enfermo en busca del curandero witoto “Don Anselmo”, rumbo a la comunidad Centro Arenal, a media hora de camino a la orilla del Amazonas, la acompaña en este cometido su hermana Otilia y varios paquetes de alimentos y ropas.

Se vino con todo, pues sospecha que si continúa el vomito y diarrea, el niño no durará mucho, los médicos convencionales no han identificado el mal, el suero recomendado no hace efecto, y cada vez se le nota más amarillento. Al niñito hace varios días que no le pasa la fiebre, pareciera poseer algo en su minúsculo cuello que le impide alimentarse, no puede tragar, llora y llora constantemente.

Don Anselmo, es el mejor curandero amazónico de la zona, gran maestro de las 50 comunidades aledañas, en Iquitos muchos lo buscan, e incluso enfermos de otras etnias constantemente lo requieren. Ha curado enfermedades increíbles, sobre todos los “males de gente” también llamada “brujería”, es muy conocido en la preparación de medicinas naturales basadas en plantas amazónicas, incluso algunos comentan que él ha logrado domesticar algunas yerbas y plantas declaradas extintas en la amazonía (para su uso exclusivo), también es un reconocido ayahuasquero, aunque se ha hecho verdaderamente famoso por poner efectivos “icaros” que son escudos protectores para que a las personas no les entre ningún daño o mal deseo de otras personas.

El día está lluvioso como casi todos los días del mes abril en la amazonía, ubican la casucha del curandero, hecha en el diseño tradicional witoto, alrededor se observa fornidos tambos mestizos. Al llegar allí, gritan su nombre, “Don Anselmo” sale y las atiende. La madre muy presurosa súplica que examine a su hijo, y que le de una respuesta sobre el extraño mal. No hay tiempo para más el niño se le muere.

Don Anselmo, las invita a pasar a su casa, coge al niño, lo alza, lo abraza, lo toca y menciona: “Aloa va saná”, le da un compuesto medicinal hecho de cortezas y hojas de plantas para cortar la fiebre, y comenta a la madre que al día siguiente tomará ayahuasca y ahí recién tratara el mal. Madre y tía acomodan sus hamacas y se integran ala comunidad witota, todo lo que veen les causa algún tipo de asombro, sobre todo la forma propia de vivir de los witotos, sus ropas, sus casas y utensilios para la caza, pesca y para alimentarse. Pasan esa noche tomando masato casha-casha, comiendo pango seco de sábalo y julilla con ajies witotos.

Al llegar la noche del día siguiente, Don Anselmo y su ayudante preparan todo lo necesario para la sesión de curación espiritual, el ayahuasca ya se cocinó 24 horas, sacan de unas bolsas restos de algunos animales, como las cabezas de una Yacumama (anaconda gigante), de un otorongo y varios cráneos de caimanes gigantescos, a todos ellos los witotos alguna vez los cazaron para salvar a algún miembro de su comunidad, hicieron un pacto con los espíritus de la naturaleza, para que los perdonen y más bien les orienten, y por eso los ayudan a tomar la mayoría de decisiones.

Esa misma noche, llegan a la comunidad en busca de Don Anselmo, otros pacientes con enfermedades del estomago, mal de amores, manchari y tumores. El niño va ser curado primero, la otra gente se recuesta en el piso sobre sus propias toallas. Don Anselmo, entra en trance, comienza a dar un concierto verbal en witoto, le canta al bosque, al millón de plantas y cochas con sus madres, a las fieras, a peces extintos, a sus ancestros y a la vida. En pleno trance se conecta con el espíritu del niño, vee a la madre, a una mujer fiestera y un rito, al padre del niño encamado con está mujer, y luego a otro curandero cantando la muerte de la madre y del niño. Es una noche tenebrosa, “Don Anselmo” continúa cantando sin parar, moviendo los brazos haciéndolo cada vez más con mayor rapidez, se horroriza al ver tanta cólera y frustración, escucha el cántico del otro curandero en dialecto cocama, lo vee poniendo una espina de salton en el cuello del niño, vee mucha fiesta y borrachera de personas extrañas, vee a la madres de una lupuna gigantesca del amazonas, un yacuruna robandose a una niña y un hombre matando una mantona. Logra decir: dano senora, muje murena tapaa, quere matar tu igo y tú, medicó curó en cucama.

El curandero seguía cantando cuando sintió que alguien lo jalaba desde abajo, vio todo oscuro y escucho una voz diciéndole: ¿Qué estas haciendo?, no me jodas el conjuro, detecte tu presencia en mi curación y vine a decirte que no te metas, deja mi trabajo, he cobrado bien. Este le lo respondió espiritualmente: No dañes a un llullito que apenas a conocido la vida. La gente sentada a su alrededor se asustaba, con los gritos y sonidos extraños de curandero.

Minutos más tarde el silencio se apoderó del recinto, en pleno trance se escucha la voz curandera diciendo: “Hablado con medico, no quere cure”. “Yo curare”. En ese instante Don Anselmo se siente caer en el vacío y visualiza los ojos gigantescos y brillantes de una Yacumama gigante, con su gigantesca boca abierta tratando de tragar su espiritu, sigue cayendo y lo tragan, él desde adentro usando una flecha gigantesca logra romperle el estomago y salir. El grupo de alrededor se aterrorizan por los gritos de furia y miedo del curandero. Logra pronunciar “ta atacando”. Se estabiliza y en plena oscuridad y busca a su espiritu, lo vee remando en una canoa en el rio tapiche, Don Ancemo llama a tuvu y ruqué dos de los caimanes más grandes y fuertes protectores de los witotos, y van detrás del curandero rival, él no lo nota voltean su canoa y lo deboran en instantes. El medico no puede reconstituirse pues su espíritu ha sido devorado por los dos espíritus.

Sin embargo comienza a cantar en shipibo llamando al espíritu superior de los caimanes para pedirle compasión, en sus suplicas, le ruega que lo una y ello se realiza.

Surge un grito Va tacar, en ese preciso instante se escuchan fuera de la casucha, la caída de varios frutos de pandishos, en el techo del tambo, así como miles de gruñidos y pasos de una sajinada. La gente de la choza entra en pánico. La oscuridad de la noche se acrecienta, la luna y las estrellas se pierden entre las nubes, en un instante el cielo promete una intensa lluvia, con vientos y rayos, como siempre en toda la amazonia baja.

Don Alselmo desde muy adentro de su ser busca la espina con la que se hizo la brujería, la encuentra en un cementerio a orillas del Ucayali y la destruye, quitándole todos sus efectos dañinos, preciso instante el niño que estaba durmiendo comienza a toser, al y vomitar expulsa una espina de toronja con flemas, que su madre y tía no se imaginan como lo tragó, el niño ahora no deja de llorar. Don Alcelmo es encontrado por el médico, y lo vee muy ofuscado, a solicitud propia concluye el trance, se despierta y todos los presentes se asustan, lo veen muy pálido y agitado, y los diversos sonidos de afuera concluyen lentamente. Pide un mapacho muy grueso que su ayudante ya había preparado, la choza es invadida por el olor a tabaco.

Luego coge al niño y pronuncia dice: Va sanar y va cer alguen ipotante. Luego habla a la madre: es una mujé, queres q devolva daño?. La madre le responde negativamente, aún estando sorprendida junto a los demás por todo los que sintió por instantes.